Thursday, September 13, 2007

DESDE EL OTRO LADO


Notar el calor del sol en los parpados cuando cerraba los ojos y perderse entre las letras de las canciones que había escuchado estos últimos meses producía en él un estado de melancolía casi perverso, un dolor que le comía desde dentro, se sentía como un perro abandonado y apaleado en su nueva suerte.

Necesitaba respirar sin que el aire le arañase las entrañas, necesitaba volver a confiar en si mismo, reconocerse y no sentirse tan perdido, tan injustamente tratado por la vida.

El olor del vinilo y las circunferencias concéntricas que la aguja del tocadiscos hacía cuando giraba desesperada al hacer su función lo llevaban a un estado casi hipnótico del que no sabía muy bien si quería salir, todos los surcos que tenía el disco por los que la aguja se desplazaba como lo más natural del mundo eran un espejo de los que el tenía en el corazón. Inclinó el vaso apurando el último trago de te y vio el horizonte sin ninguna nitidez y desenfocado, para darse cuenta de que lo veía exactamente igual que cuando se imaginaba su futuro inmediato. Pensó en el motivo que lleva a alguien a inventarse su pasado, a distorsionarlo, y supone que lo hace por que no puede soportarse así mismo; por eso él cogió todas las fotografías y negativos que tenia en casa cuando salió de ella por última vez porque no quería que el paso del tiempo indocumentara todos los años que habían compartido, pese a que sabía perfectamente que aunque el tiempo parecía detenido en las emulsiones que componían las imágenes, latentes, o no, las emociones fluían en ellas más vivas que nunca.

Miraba las cajas apiladas con la misma expectación que cuando tenía 7 años y pasaba toda una tarde delante del plato esperando que la comida que no quería comerse creciese que era lo que su madre no se cansaba de repetirle; eso nunca pasó, pero por si acaso la media con el mango de la cuchara.

Con los ojos cerrados necesitaba saber por qué solo por ser hombre había tenido que abandonar él la casa y los niños y se maldecía por no tener útero y por el cinismo y la apología que se hace sobre la igualdad de género.

Debió de darse cuenta cuando dejó de notar su aliento en la cama cuando dormían y ella siempre le daba la espalda, cuando solo proyectaban sombras y no reflejos al hacer el amor, cuando ya no lo miraba a la cara porque estaba totalmente perdida reinventado su pasado, desquebrajándolo y distorsionándolo.

De pronto se acordó de la última vez que subió a la cima de una montaña próxima a su casa para ver uno de esos fenómenos astronómicos que solo suceden cíclicamente cada cierto número determinado de años y sentado en un risco con las piernas colgadas a cientos de metros del suelo, se sintió libre y silbó con toda su energía la canción principal de la película “La Leyenda de la Ciudad sin ley”, al mismo tiempo que contaba estrellas fugaces y jugaba a pedir deseos, que entonces desconocía que nunca se iban a cumplir. Esa fue la última vez que se sintió libre. Ahora solo se sentía como una transacción económica, como un valor de bolsa.

A lo lejos, por la ventana del pequeño apartamento que acaba de alquilar oía como en un programa de radio un oyente había solicitado una vieja canción, “Colecciono moscas”, de Golpes Bajos, (un grupo ya disuelto de los años 80 que solo sacó 2 LP y se disolvió pese al éxito que habían alcanzado).

Y si de algo esta seguro en este momento es de que no corrian buenos tiempos para la Lírica.

Moni - Camaleónica