Sunday, June 11, 2006

UN MINUTO PARA LAURA

Buscó las llaves de casa y al encontrarlas se lanzó sobre ellas, no tuvo en cuenta que habían más cosas encima de la mesilla. El jarrón y las flores acabaron en el suelo en medio de un pequeño charco de agua. Respiró profundamente y decidió que este pequeño incidente no enturbiaría su estado de ánimo. Cerró la puerta y salió hacía el ascensor llena de energía, no le importó que éste estuviera en el último piso y ella se encontrara a mitad de camino. La barrera de los cien días quedaba atrás, todo lo lejana que 24 días se lo permitía. El timbre del ascensor sonó y se vio reflejada en todos los espejos que formaban las paredes del habitáculo. Le gustaba su imagen repetida. En una de ellas fue consciente de que los vaqueros le hacían un culo realmente bonito, en otra de que el color violeta de su camiseta realzaba el rojo de sus labios y de que su nuevo corte de pelo le daba un toque interesante, parecía más mayor, pero la madurez esbozaba con un trazo más firme los rasgos de su rostro y le confirmaba que ciertamente en esta centena y poco de días la vida le estaba sonriendo de otra manera. Las constantes lluvias que desde noviembre y hasta finales de abril eran una de las escenografías de su vida ya no permanecían retenidas en su retina.
Llevaba varios días recorriendo todas las tiendas de antigüedades de Main Street y había fracasado en el intento de encontrar el objeto que invadía su memoria.
Se sorprendió buscando por las calles de Vancouver tiendas de caramelos, pero no buscaba cualquier caramelo, necesitaba encontrarlos con sabor a violeta. Sin más dilación se dirigió caminando hacia Kitsilano convencida de que en alguna de las floristerías de la zona además de un pequeño ramo de violetas los encontraría.
Con las flores y una pequeña cajita llena de caramelos se sentía feliz, y siguió caminando hacía Fourth Street con el propósito de tomarse un te, como no, de violetas y de disfrutar de una caminata tranquila y soleada entre centenares de personas, inmersa en el anonimato.
Volvía a casa con un montón de bolsas.
Haría la cena y después subiría al Laundry, así es como allí laman a unas pequeñas habitaciones que se encuentran en todos los edificios y que tienen lavadora y secadora para uso comunitario. Esto era a otra de tantas cosas a las que tuvo que acostumbrarse cuando llegó. Al principio era un inconveniente, pero ahora, era casi uno de esos momentos mágicos que rompian la rutina. El olor a detergente, suavizante, ropa limpia y el sonido monótono del ruido centrifugo de las maquinas girando la dejaban en estado hipnótico, la invitaban al análisis y a la reflexión.
¿Por qué estaba sufriendo esa extraña simbiosis con el color violeta?
En esta última veintena de días tenía un ramo de violetas dentro de un jarrón en varios rincones de su apartamento, su dieta había sido enriquecida con alimentos que contenían este color como el principal: rábanos, remolacha, cebollas, y coles de color violeta componían ahora como ingredientes principales sus ensaladas y guisos, y la mermelada de violetas se encargaba de hacer lo mismo con los postres.
Había leído que el clima influye mucho en el gusto por los colores. Las personas que viven en países cálidos y de mucho sol prefieren, los colores cálidos, mientras que aquellas otras que viven en latitudes frías y de poco sol muestran su gusto por los colores fríos. ¿Era Vancouver y su climatología lo que hacían que ella se dejara arropar por este color?
No saberlo le importaba bien poco. Y justo cuando llegó a esta conclusión abrió los ojos y en el cristal de la puerta de la lavadora veía como giraba el tiovivo mientras ella cerraba los ojos apretándolos fuertemente. ¿Cuántas veces en casa de su padre había jugado con ese juguete y lo había hecho girar deseando que al abrir los ojos, cuando cesara su movimiento, ella estaría en un lugar lejano conociendo nuevas ciudades, nuevas calles e inventándose intrépidas aventuras?, todo esto bajo una luz tenue que al filtrase a través de la gasa de las cortinas tamizaba toda la habitación en tonos violáceos.
Bajó los escalones con la jofaina llena de ropa, antes de cerrar la puerta oyó el tintineo lejano que producen los cubiertos cuando chocan contra los platos en alguna casa cercana. Entró y tuvo la certeza de que esta vez, al abrir los ojos después del giro del tiovivo, ella vivía su aventura donde quería vivirla.
Moni- Canada



3 Comments:

Anonymous Anonymous said...

es increible como escribes. el ritmo, la esencia, la imagen que perovocas, no se, tia yo no soy una experta pero esto es material de primera.
Nos estas enganchando. Cuidate. Berta, la fan

1:37 PM  
Anonymous Anonymous said...

Enhorabuena Laura por merecer ese minuto de Moni-Canada. Enhorabuena Moni-Canada, por tener ese minuto para Laura.

2:18 PM  
Anonymous Anonymous said...

Es muy bonito que saques tiempo (vaya usted a saber de donde...)para escribir estos relatos llenos de vida que hacen conocer muy rápidamente el pedazo de corazón que te gastas.
Enhorabuena. Las fotos son preciosas y me encanta el trozo final de "Moni- cansada", ese en el que juega con el color de las pinzas... (me he visto a mi misma tendiendo en el balcón).
Un besote,

Moni-fan

3:53 AM  

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home